En este blog nos permitimos insertar una maqueta de la escultora Carmen Lucía Ortiz Montero que denominó: "Nacimiento del Carnaval", realizada cuando nuestro amigo tertuliante Augusto Rincón abrió un concurso escultórico patrocinado por la Oficina Municipal de Cultura de Pasto. Llama la atención la diversidad simbólica de esta expresión y su capacidad de conjugar aspectos que son propios del sentido de pertenencia de la región pastusa, tales como lo urbano en el límite de lo volcánico y la fuerza natural, la ambiguedad del mestizaje cultural que aparece en la profusión de máscaras, la musicalidad como un fuego que transforma.
Crece, por su detalle, la figuración de la madre tierra o madre-volcán que es más signo de vida y fertilidad (las cenizas volcánicas recurrentes han impedido que los Andes surcolombianos fueran hoy presa de la erosión) que de la reiterada noticia disciplinaria de que Pasto será arrasada por el Galeras. Esta madre andina, aquí vinculada a lo musical por ser lo más expansivo, recoge con acierto la mítica antigua que asocia a Chificha, Askay o Alchipichi con el origen volcánico y arcaico de los Andes imaginado por las culturas que los habitaron. El sincretismo religioso incorpora esa tradición a las creencias traidas por los europeos a estas nuevas regiones y queda concretado en los cultos de mayor fervor como son los de la Virgen de las Lajas o Virgen roqueña, y la Virgen de las Mercedes, dadora de gracias y perdón a excluidos y prisioneros, tanto en Pasto como en Quito y Latacunga (Ecuador), protectoras ante catastrofes y epidemias, un tanto militarizadas estas imágenes por lo mismo, y a la vez simbolizando respectivamente a los volcanes: Galeras, Pichincha y Cotopaxi y también al volcán Azufral en Túquerres.
Es un enigma el cómo Carmen Lucía reinterpreta en su obra tan amplia condensación simbólica y mítica para relacionar lo carnavalesco con lo mestizo o la percepción de frontera entre la gran diversidad cultural que concurre en la gestación de lo que hoy conocemos como región pastusa. Representa ella esta capacidad subjetiva pero también cultural y es testimonio de un enigma propio de la mujer, sensible y exploradora como es, además de hacernos presente el hecho de que la mujer de Pasto, por su dedicación de siglos a practicas artísticas especializadas como la del barniz mopa-mopa, fué y es una de las que mayor conocimiento y destreza en artes visuales ha adquirido en nuestro contienente. Gracias, Carmen Lucía, por dejarnos admirar su obra.
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